El local Puesto 43 se encuentra ubicado en Plaza Gracia, centro de Granada, está compuesto por tres locales independientes, bar de tapas, dos salones de comedor uno de ellos contiene también una barra. La decoración es sobria y elegante, completamente en blanco con algunos motivos azules y blancos, recuerda, efectivamente a la pulcritud de un puesto de pescado del mercado.
Podemos mencionar algo de historia sobre el nombre del local, los dueños son pescaderos de cuarta generación y poseían un puesto, el número 43, en el mercado de Motril. Dicho nombre representa algo más que un nombre llamativo, tiene emoción, tiene recuerdo, añoranza de aquellos buenos tiempos donde la abundancia de las costas daba a todos de comer, no existía tanta competencia e importaciones de más allá del estrecho, era el pescador y su barca. Su red y la noche por delante. Al despuntar el alba rumbo a la plaza, al Puesto 43 a vender el pescado.
Estuvimos en las jornadas de la Quisquilla de Motril. Qué decir de nuestra preciosa quisquilla, esa gamba blanca, puntiaguda, de sabor exquisito a marisco sin abochornar en toques salinos y abruptos, delicada y dulce. Ligeramente rosada y cristalinas, quizás por el carácter rocoso de la costa granadina, no encontramos ese desagradable intestino lleno de tierra y la podemos degustar tranquilamente.
Habíamos reservado mesa durante la semana. El camarero nos recibió con una reverencia una sencilla sonrisa y nos dirigió a la mesa. Servicio exquisito durante toda la velada, cambio de cubertería y limpieza de mesa entre plato y plato. Nuestra copa siempre rebosaba de vino.
Degustación de aceites.
Nada más sentarnos nos brindaron una degustación de dos aceites como abreboca para los aperitivos.
El primero se llamaba “Amarga y pica”. Se notaba el carácter industrial y refinado de la molienda, pareciese de una aceituna arbequina, aunque no venía ninguna referencia a ella en la botella.
El segundo de origen granadino denominado “Sacromonte”. Era mucho más denso y con más cuerpo. Se notaba que era una de las primeras moliendas que aún tiene el carácter de campo, rústico, aunque en ningún momento llegaba a amargar.
Crema de marisco con quisquilla.
Después nos obsequiaron con una crema de marisco fuera de carta. Era de un color rojo suave y la densidad era idónea en paladar. No chichaba a yodo y a brandy cómo suelen ser estas cremas, era suave y cómoda, quizás el sabor más relevante era el del puerro unido a un elegante sabor a gamba.
Croqueta de quisquilla.
Era redonda, con un fino empanado de suave fritura y la densidad de la bechamel estaba perfecta. Contenía trocitos de gamba y la sorpresa de una gamba entera. Bien ejecutada.
Ensaladilla rusa coronada con una quisquilla cocida acompañada del detalle azulado de las huevas.
Las patatas estaban en un punto justo de cocción y cortadas en daditos. Así es cómo me gusta a mí la ensaladilla así que no puedo ser muy objetiva, mi madre, por ejemplo, la prefiere completamente ligada. La gambita dulce y deliciosa, la acidez de la mahonesa es la justa porque no hace perder protagonismo a nuestro crustáceo autóctono.
Ajo blanco con uvas, quisquilla y huevas de quisquilla
El ajo blanco tenía un punto de crema excelente, muy agradable y envolvente en boca, casi nada ácido, usarían un vinagre de vino blanco muy suave, al principio pensamos en uno de manzana, pero el toque de manzana siempre sobresale algo, éste no sabía nada a manzana. Abundante uso de almendras, perfectamente molidas y el aceite igualmente combinaba a la perfección dándole un sitio a la gamba privilegiado. Las uvas eran dulces y el equilibrio del plato excelente.
Tartar de quisquilla con aguacate y mango, acompañado de tostas de pan rústico.
Quizás éste fue el plato que menos me gustó, era agradable en boca y la conjunción de gamba y aguacate creaba un efecto de suavidad en boca maravilloso, la gamba estaba marinada levemente en soja clara por lo que no le restaba protagonismo. Pero el mango estaba maduro, entero, pero maduro, creemos que en un principio la receta se probó con un mango más verde, crujiente y ácido que es lo que resaltaría el dulzor de la gamba. Aun así, bien ejecutado.
Carpaccio de gamba con esferificaciones de limón y pipirrana.
Este plato es el que más nos sorprendió, al principio lo probamos cada elemento separado, y nos pareció todo insípido, hasta que probamos las esferificaciones, entonces tuvimos la idea de unirlo todo en un bocado, cosa que debería haber explicado el camarero, pero estaba distraído en atendernos maravillosamente y seguro que se le pasaría. Bueno, cuándo lo aunamos todos, la pipirrana, la gamba, la esferificación, “boom”, una explosión de sabores realmente agradable, disparaba las papilas gustativas. Nos encantó.
Dúo de gambas plancha y vapor.
Qué decir de nuestras queridas quisquillas al vapor y a la plancha. Sin palabras. Para mí es un recuerdo de niñez, de domingo, de bajar a Motril con el abuelo e ir a comer sin parar quisquillas. A la plancha, al vapor, están más buenas. Es un sabor que no cansa, no empacha, delicadas, dulces, delicadas. Se podría decir que la quisquilla es la dama delicada del mundo marino.
Arroz caldoso.
El arroz estaba en su punto, bastante caldoso, las verduras en brunoise eran perceptibles, el fondo muy conseguido, te catapulta a la playa, al mar, mojado en un vino blanco apenas ácido que combinaba con todos los sabores. Creo que este y el carpaccio de gamba han sido mis preferidos.
Delicias de chocolate con vainilla.
Ganache de chocolate con leche de buena calidad, se derretía en la boca y la salsa de vainilla estaba súper cremosa. Un final espléndido.
Espero que os haya gustado y si lo habéis probado que nos contéis que os pareceio
¡¡Un saludo!!